Los últimos cien días de Jindra Hertam

Crear personajes con solo unas líneas no es un reto fácil. Narrar de un modo supuestamente inconexo, en cien ramalazos, y conseguir un todo coherente y febril es lo que logra el para mí jovencísimo Juan Antonio Hidalgo en Los últimos cien días de Jindra Hertam.

¿Cómo catalogar la obra sin errar? ¿Son realmente fragmentos de un blog escrito por ese personaje misterioso que da nombre al libro? ¿Son trozos de diarios de diferentes personas que coinciden en algún punto de sus vidas entre dos bloques de pisos en una calle cualquiera de una ciudad sin nombre? ¿Son flashes de una película negra en que las vidas anodinas esconden misterios inconfesables? Y habría también que preguntarse: ¿Existe realmente Jindra Hertam, del que sabemos que es checo y quizás escritor; del que una voz nos anuncia en el prefacio su constante presencia y su inocente proyecto literario? ¿Quién escribe a quién, dónde se dibuja el límite entre la realidad y la ficción? Y eso nos llevaría a preguntarnos: ¿Es esto de verdad solo un inocente proyecto literario? Y, por último, algo más que me atenaza: ¿Hay cura para la soledad y la sensación de extrañeza en que la mayoría de los personajes se desenvuelven? ¿Es posible escapar del círculo al que le destino nos ata? ¿Cuál es, de entre todos, la verdadera víctima?

Alguno también se preguntará, por su parte, si es esto una reseña, pues normalmente con ellas se da respuesta a ciertos asuntos de la obra; se clarifican y ponen al alcance las claves para entenderla mejor. La cuestión es que Juan Antonio Hidalgo no desea ofrecernos una sola respuesta, una interpretación unívoca, sino situarnos en una ventana indiscreta (las ventanas son también protagonistas de la historia, como se verá) en largas noches de insomnio; prestarnos unos prismáticos, como a Javier, y esperar los múltiples desenlaces.

Por supuesto, hay que estar muy atentos, pues no existe una línea narrativa que nos conduzca desde el principio al fin, y hay personajes que tienen nombres falsos o hablan en clave para transmitir instrucciones porque estamos ante una obra muy seria, pero también ante un juego que hay que descifrar, un gran rompecabezas en que todas las piezas acaban por encajar.

El juego metaliterario que no solo interpreta Jindra, sino también Ana, se convierte así en una verdad más trágica donde historias aparentemente independientes convergen y se explican entre sí. Y ello con el foco del cine negro alumbrando, o más bien emborronando o emponzoñando, habitaciones de hotel, asientos de autobús, espaldas y cuellos desnudos, tugurios donde el alcohol, relaciones felinas que sirven de contrapunto, crímenes por encargo a través de la línea invisible del teléfono, a lo que contribuyen las ilustraciones en blanco y negro de Ángela Rodríguez y todo el formato del libro: un acierto de la joven editorial sevillana Maclein y Parker a la que, de seguir así, le auguro muchos más éxitos.

Elena Marqués

Juan Antonio Hidalgo (Sevilla, 1976)

Licenciado en Comunicación Audiovisual y crítico de cine, es autor de las novelas Noam y La Lista: Historia de Jacobus van Eickenvijk, y de los libros de relatos Solitarios. Soledades, Basado en hechos reales -que nunca sucedieron- y Nunca pasa nada.

Los últimos cien días de Jindra Hertam

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