¿Qué hizo Bill Murray para salir del bucle?
¿No os da la sensación de que vivimos atrapados en un único día que se repite ad infinitum? ¿No escucháis en las noticias las mismas expresiones una y otra vez como si el diccionario hubiera sido el primer libro quemado en la distopía de Bradbury? ¿No os cansan los cordones sanitarios que se establecen entre sí los políticos para controlar alguna plaga que en realidad solo pueden ser ellos mismos? ¿No os aburrieron este fin de semana las veces en que se entregó una presea a Ona Carbonell en vez de la medalla de toda la vida? ¿Tan poco originales somos, tan perezosos, que no somos capaces ni siquiera de tirar de un repertorio de sinónimos o plantearnos lo correcta que pueda ser una metáfora, o al menos el pobre efecto que causa después de repetirla hasta la saciedad y llevarla al límite de sus posibilidades expresivas? ¿No os alarma que en los informativos de Antena 3 exista una sección titulada «La España despoblada» y que, si cogéis un libro de Azorín, leáis el mismo paisaje desolado dibujado hace más de un siglo? ¿No os parece demencial que se planteen como probables unas nuevas elecciones y que tengamos que volver a soportar retahílas de promesas, incitaciones a votar porque si no de qué te quejas, y los mismos discursos y estupideces para seguir en un continuo desgobierno? ¿No os asusta escuchar el mismo lenguaje que en los años previos a la guerra civil? ¿Alguien recuerda, por favor, qué hizo Bill Murray para escapar del día de la marmota más o menos ileso y poder hacer películas con Wes Anderson para regocijo de unos cuantos?
Posiblemente es que necesite unas vacaciones y por eso enumero estas catástrofes. No porque el tiempo de relax me vaya a hacer ver la realidad de otra manera más positiva, sino porque es el periodo (escaso, para mi gusto) en que se te permite olvidarte de lo que no-ocurre sin que te echen en cara tu desinterés por cordones sanitarios, amenaza de elecciones y otras marmoteces. Y eso que la naturaleza tiene también algo inamovible, visos de eternidad, por mucho río fluyente heraclitano que te salga al paso. Pero esa es, al fin y al cabo, su esencia cíclica, frente a la del hombre, cuya trayectoria debería ir siempre hacia delante, no ya solo en aras del progreso, sino para que el aburrimiento no lo mate, el tedio no le envenene la sangre, el hastío vital no lo lleve a morirse de indiferencia.
En fin, que, como siempre, aquí me hallo, cansada de estar cansada, al borde del bostezo y/o de buscar mi Flecha, no sé si junto al Tormes, como la de fray Luis, o frente a un regato cualquiera, para vivir un día distinto al que me brindan los informativos, las redes sociales y esa obligada rueda en la que andamos subidos desde que el mundo es mundo.
Elena Marqués