Algunos animales y un árbol

Bajo la denominación Algunos animales y un árbol podría caber cualquier contenido, especialmente de corte ecológico. Aunque a mí, bromas del subconsciente, este título me ha recordado a otro por igual curioso y que dio mucho que hablar: el del documental de 2017, grabado por el actor español Gustavo Salmerón durante catorce largos y pacientes años, sobre la vida y sueños cumplidos de su madre.

Ignoro a qué época corresponde cada uno de los relatos galardonados de José Quesada Moreno que conforman este pequeño compendio. Porque premiados están, como no podía ser de otra manera, y en las páginas finales del libro así consta. Solo podría poner fecha al micro del principio, «Parábolas», por razones obvias. Tampoco sé qué sueños habrá dejado el escritor de cumplir. Quizás un reconocimiento literario mayor, que por supuesto que merece. Aunque sobre eso hemos hablado largo y tendido, él y yo y algunos de nuestros congéneres de pluma y folio, y ya damos por hecho que hay batallas perdidas mucho antes de haberlas iniciado. Que cada vez nos vamos pareciendo más a alguno de esos personajes, mitad humanos, mitad fantasmas, que deambulan por nuestros relatos en busca de quien nos dé una verdadera palmadita en la espalda, que de afectuosas puñaladas y palabras de aliento estamos bien servidos.

Consideraciones de esa índole aparte, lo que sí puedo ratificar por enésima vez es la maestría y sensibilidad que demuestra Pepe Quesada en todo lo que hace. La capacidad de rodear de belleza los lugares más inhóspitos y sórdidos (léase «La Luna de Sangre», o «Mujeres que sonríen», por empezar por algún sitio), así como su humana fijación por asuntos tristes, por mujeres maltratadas por la existencia que hacen de la prostitución, la soledad y el dolor su modo de vida, pero también por niños en los que quizás se refugien algunos recuerdos y anécdotas propios, donde todos encontramos también nuestro recuerdo y refugio de una infancia algo pánfila, deshabitada y lejanísima plagada de anécdotas infelices.

Porque una de las vías por las que la literatura nos atrapa es por la de la empatía. Saber que, aunque se nos cuente una trama situada en la época colonial («Perro viejo», por ejemplo), y, por ello, alejada de nuestros intereses y nuestras propias vivencias, lo que nos narra no nos resulta del todo ajeno. Y cómo lo consigue Quesada forma parte del misterio de la literatura, de su dimensión y trascendencia. De esa tramoya tan bien urdida en la que somos incapaces de descubrir dónde reside el truco. Simplemente nos limitamos, como el sultán de Sherezade (léase el hermosísimo «La pasajera del S.S. Caronte»), a disfrutar y esperar con ansias el siguiente cuento, conscientes de que es la forma de narrar, de hilvanar el delicado hilo de la ficción, lo que nos mantiene vivos, lo que nos ancla a la realidad. A la realidad creada para y por nosotros en el instante asombroso en que pasamos las páginas ajenos a todo lo demás, pues sin nuestra escucha y nuestra lectura nada de esto tendría sentido.

Algunos animales y un árbol reúne 16 relatos de distinta factura (los hay muy breves, pero precisamente por ello efectivísimos, como «Sinsentidos») en los que, quién sabe si por casualidad, esa combinación de circunstancias inevitables que planea en el estupendo «Causas y azares», o porque la vida de Quesada está rodeada de ellos, aparece eso, algún animal o un árbol. Aunque sea un exótico flamboyán recortado de una revista y enmarcado para presidir la mesita del comedor de un domicilio humilde donde soñar posiblemente esté sobrevalorado, porque la realización de algunos proyectos, dado el entorno del que se parte, está fuera de toda lógica.

Y es que un buen cúmulo de los personajes que traza Pepe Quesada se limitan a sobrevivir, a deslizarse en silencio (hay pocos diálogos en estilo directo, en favor de la pura narración en distintas personas gramaticales y puntos de vista) por unas circunstancias amargas que a veces toman un giro imprevisto y sorpresivo, tal como se «pide» a los finales del cuento más tradicional, mientras que en otras se limita a dibujarnos la planicie de la vida, que continúa con o sin nosotros, o incluso contra nosotros.

Pero bueno, no espere tampoco el lector deprimirse leyendo estas páginas de Algunos animales y un árbol. Aparte del lirismo propio del autor, nos deja en muchas ocasiones una leve sonrisa nacida de lo entrañable y de un humor subterráneo y sutil procedente de su vena más suprarrealista y mágica; esa que, como comenta el prologuista, Jesús del Río, lo remite invariablemente a sus lecturas trasatlánticas (también del otro lado del océano llega el final metaliterario y steinbeckiano de «Lo que viene del mar«) y nos hace salir de nuestra pajarera de oro y planear sobre el sucio suelo del mundo como si no hubiera un mañana, en un vuelo ancho, de frases largas y pasajes a veces abigarrados que construyen para nosotros un universo paralelo del que nos resulta difícil escapar. Posiblemente porque no queremos, porque entre las páginas escritas por Quesada experimentamos el síndrome de Estocolmo y preferimos seguir en ellas, aunque sea sufriendo en nuestras carnes la desdicha de sus protagonistas.

Me ha gustado especialmente, pero porque no estoy tan acostumbrada a ella, la voz amenazante del relato «El viento», con su toque gore y sus presagios, la inteligencia con que está contada, la sucesión de elementos que se repiten y se agitan para conducirnos a lo inevitable. Lo que me lleva a mí a pensar en la cantidad de matrimonios rotos que aparecen en los relatos de Quesada, así como en el lugar central que ocupan el amor y la muerte en ellos. La sucesión de viudas y de esposos perdidos en la noche como meros fantasmas. Algo que no deseo para el autor de esta notable antología, sino todo lo contrario, que es lo que el creador de Dominique Clicó o Felipe de Neri merece. Que sea leído, y escuchado, y releído, y apreciado en lo que vale.

Por eso espero que mi humilde reseña os conduzca hasta él si aún no lo habéis hecho.

Elena Marqués

José Quesada Moreno (Villanueva del Río y Minas, Sevilla) trabaja como agente comercial. En su oficio de escritor ha obtenido infinidad de premios; entre ellos, el XXVI Certamen Literario «José María Franco Delgado», el XV Concurso de Cuentos Fantásticos y de Terror «Idus de Marzo», el IX Certamen de Relato Breve «Alfonso Martínez-Mena», el X Certamen de Relato Breve Ciudad de Arévalo, el XVI Certamen Literario «Santoña… la mar» y el XVII Premio de Narración Breve Julio Cortázar.

 


 

 

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