Desde mi otra ventana
Hoy extraño la lluvia.
Que me interrumpa el rostro.
Que me cruce el cabello y me recorra
con sus pies diminutos,
trastolillo travieso de fértil inocencia.
Añoro la escritura de las nubes
en el marco absoluto de mi nueva ventana.
El camino de vuelta se hace largo.
Ya traspasado el puerto,
la meseta se desnuda en lo imposible.
El adiós es tan trágico
como el telón oscuro de una breve tormenta.
Mas volverá a brotar la flor de los magnolios;
las redondas hortensias dejarán al otoño
vestir de azul la tarde.
Yo las veré muy pronto,
cuando cruce la puerta
del tiempo y la ciudad.
Y lloraré entre sueños la luz verde del valle,
el camino, la mies,
el perfil de las brañas,
las hojas de los robles,
la arista del hayedo,
la frutilla inmadura del serbal,
la certeza del río y de la piedra,
la vigilancia activa de los pájaros,
tiernos desconocidos que dominan
con su voz el estío.
Y, en la noche,
otra lluvia de estrellas invisibles
derrotará el dolor y acogerá la escarcha.
Te esperaré en el eco.
Te ataré para siempre a mi vieja ventana.
La poblarán las nubes esponjosas
que culminan el monte
vecino y misterioso.
Y cantaré en silencio
a lo cierto y querido.
Elena Marqués