El año de la luna azul
Tras Cartas a Siracusa (Arcopress, 2015), Lucía Feliu regresa a la escena literaria con un nuevo thriller que nos sumerge en una acción trepidante desde las primeras líneas. De hecho, comienza Feliu la narración in media res, en un punto especialmente intrigante en el desarrollo de la historia, para, después de anunciarnos el carácter de lo que vendrá, regresar al punto de partida e iniciar el relato en orden cronológico y con la tradicional estructura narrativa de planteamiento, nudo y desenlace, la más adecuada para el género negro y policial. De esta manera, nos pone en antecedentes, conocemos a los personajes que sustentan la ficción, el momento en el que se encuentran, y las vueltas y vuelcos a la que puede verse sometida la existencia de una persona. Quién sabe si influida por la aureola mágica de la luna azul en el último día del año.
Porque, como anuncia en unas palabras preliminares la autora, «hay un momento de la vida en el que comprobamos que las casualidades no existen». Y es algo que iremos constatando en el desarrollo de esta novela (en ella nada es gratuito, ni siquiera los sueños, y cada dato y/o personaje nos deja las pistas para seguir nosotros mismos nuestras propias pesquisas) que concluye con la letra de la famosa canción Blue moon como manifestación del triunfo del amor y del encuentro, de un final feliz; una melodía que ha acompañado como leitmotiv al protagonista, que ansía componer algo igual de hermoso alguna vez, y creo que, antes de eso, a la mismísima Lucía Feliu, cuya ópera prima lleva, de hecho, ese hermoso y significativo título.
Aunque comparte algunos ingredientes con la novela anterior (una historia de amor como fondo, viajes por distintos puntos del globo, una amplia y detallada documentación para sustentar la historia sin entorpecerla), nos enfrentamos en esta ocasión a un caso muy distinto y singular con protagonista masculino, el pianista casi cuarentón Carlos Céspedes, que pasa de ser mero «hilo musical» en un hotel de lujo en Málaga a verse envuelto, de la mano de su hermano Gregorio, periodista de profesión y vividor de vocación, en una increíble trama que los hace enfrentarse a un complejo misterio y a un peligro constante.
Con Carlos Céspedes y su compañera de trabajo Raquel, que desde el principio vemos abocada a entenderse en otros terrenos con el músico, recorremos Madrid, donde nos encontraremos con el profesor Johannes Swartz y sus últimos descubrimientos sobre historia contemporánea, punto de partida del conflicto; Tel Aviv, lugar donde su hermano sufre un sospechoso atentado junto al profesor; Berlín, atraídos por la investigación de un genial falsificador que logró sobrevivir en Auschwitz precisamente gracias a su enorme talento; Zagreb, en busca de un sacerdote que tiene las pruebas para llevar al culpable de toda la trama a la cárcel...
Pero, sobre todo, emprendemos un viaje al pasado, a una de las etapas más nefastas de la historia europea, la segunda Guerra Mundial, en la que, aparte de la masacre humana, desaparecieron miles de obras de arte; y a un momento posterior igualmente desolador en el que la explotación de las minas de diamante sudafricanas y sus terribles consecuencias recuerdan los últimos azotes del colonialismo europeo.
En una historia en la que nada ni nadie es lo que parece, interesa especialmente la transformación del personaje principal, que se hace, con la experiencia, más fuerte y más valiente; que pasa de ser un héroe doméstico, un «apagafuegos» personal dedicado a mediar entre los componentes de la familia desestructurada de su hermano, a actuar como un verdadero superhéroe que se enfrenta a personajes peligrosos demostrando insospechadas capacidades, al mismo tiempo que Gregorio madura y deviene también otro hombre distinto, responsable y con una escala de valores acorde a lo que se esperaría en una persona de su edad. De hecho, muchos de los personajes del pasado con los que se encuentran en sus investigaciones responden al mismo esquema de transformación, como el caso del judío Samuel Friedman y aquellos niños que conociera en el campo de exterminio, cuyas historias de supervivencia también se van aclarando a lo largo de estas páginas; o el diplomático ruso Golubev, al que veremos en distintos trabajos y lugares con el único propósito de ascender y triunfar.
Pero, por encima de todo, cabe destacar la manera en que Lucía Feliu dosifica las escenas de ternura y de violencia, y cómo maneja la intriga y los diálogos, que ocupan buena parte del texto; la solvencia con que introduce las referencias históricas; la cuidada arquitectura, en la que todos los datos terminan apuntando, sin resultar artificiosos, a la resolución del conflicto; el uso adecuado de la primera persona para aportar vivacidad y cercanía a la acción; las técnicas, más que literarias, cinematográficas, con un buen ritmo donde no falta el protagonismo de la música no solo como acompañamiento, sino, en cierta manera, también como actante. Y, por supuesto, como en Lucía Feliu es habitual, la esmerada descripción de paisajes, ciudades y sentimientos que hacen disfrutar de una lectura fácil y fluida de esta novela desde el inicio hasta el esperado desenlace.
Elena Marqués
Lucía Feliu, licenciada en Filología Inglesa, realizó estudios de posgrado y de especialización en distintas universidades internacionales, ha vivido largas temporadas fuera de España y en la actualidad es profesora de Inglés en un instituto de enseñanza secundaria en Sevilla. Es autora de las novelas Blue Moon, El secreto del Maloca, El faro de Beaumont Place y Cartas a Siracusa. El año de la luna azul es su última obra publicada.