Hasta el cantil del viento
Posiblemente el mes de julio de 2015 pase a los anales por ser uno de los más tórridos en esta parte del Planeta. Hemos sufrido los embates del calor, los pies se nos han pegado al asfalto. Ni siquiera a la orilla del mar ha querido la brisa traer una caricia.
Para la poesía ha sido, sin embargo, un mes de frío desapacible, pues una voz que nos ha acompañado tantos años con el mejor de los acentos se ha ido para siempre.
Francisco Basallote, el poeta de la luz, el hombre sencillo y solitario, ha partido en silencio, dejando como signo de su paso todos sus versos derramados «Como agua sobre piedra». Hasta el cantil del viento, que hoy sostengo en mis manos como una joya firme de obsidiana, nos regala su palabra desde 1987 hasta 2013, de la que beberemos hasta saciarnos.
Ese es mi propósito en este mes de agosto al que él dedicó un diario con sus cábalas: asomarme a la «Frontera del aire», recrearme en «Soledades y silencios», perderme «En los senderos del bosque» y apuntar en mi «Libreta del caminante» algunos versos propios como sincero homenaje a su palabra.
Gracias, Paco, por dejarnos, «A modo de inventario», estos versos de hombre donde el tiempo y la memoria centellean como la cal de Vejer; pinturas que son «Indagación del alba»; edificios para librarnos de las «Gotas de lluvia» del invierno. Regresa a tu Mellaria; no olvides la «Aguja de marear» que te conduzca a su seno; pasa el «Arco de la luz» y acaricia sus plazas y descríbenos por última vez el color indescriptible de la febril buganvilla.
Elena Marqués
Retorno a Mellaria
A mis hijos
Con las pupilas llenas de recuerdos,
oliendo el aroma de la celinda
en los patios nunca olvidados,
con la punzante carga de mis sombras
ansiosas de tu blanquísima luz
y el corazón oprimido por el llanto
por la ausencia de quienes de su sangre
hicieran río para mi destino;
regreso a ti, ciudad de mi niñez.
A ti ciudad de miel y de dulzura,
antiquísima Mellaria, retorno
para libar el hidromiel vedado
durante el tiempo que, ausente de mí,
anduve lejanos senderos de olvido.
Hoy, que he vuelto en mí, he brindado
en el cáliz de la segunda y honda
memoria, por tu amor y mi destino,
inseparables, ciudad de la blancura,
alta y dulce, amantísima Mellaria.
Francisco Basallote