Palabra de sal
Palabra de sal, primera novela de la joven escritora granadina Mónica Collado, tiene, entre sus muchas cualidades, la de enfrentarnos a una historia atemporal (válganos su primera frase: «Echada en la noche, abandonada a mis pensamientos, el tiempo parecía no existir»), apoyada en los ciclos de la agricultura y con la naturaleza-paraíso perdido de fondo como un personaje más, en la que se mezclan otras muchas contadas al calor del hogar, lo que aporta al conjunto ese elemento mágico, subrayado por el fuego, de aquellos primeros relatos mitológicos y fábulas orales con que se trataba de explicar el mundo. Esos cuentos en la encrucijada en que se convierte la vivienda familiar, por donde pasan y se detienen personajes distintos, son una parte esencial de la historia coral que contribuyen a confundir realidad y ficción como debe hacer una buena obra literaria.
Escrita desde la primera persona de una despierta niña de ocho años, Corina, que vive en un cortijo de Andalucía con sus padres y hermanos, algunos de los cuales ya mocean en la ciudad como estudiantes, nos sitúa ante algunos elementos contrapuestos, como la transición de un régimen opresor hacia la libertad, de un mundo rural en que el modo de vida y las tradiciones se presentan como algo tangible, auténtico y verdadero a otro urbano que brilla como la lejana modernidad.
Ese cambio social y económico de un país que empieza a transformarse coincide con el enfrentamiento de la niña a la realidad de los mayores, a temas como la mentira; el amor inocente, encarnado en un inalcanzable compañero de escuela; las desigualdades sociales y la vergüenza que eso provoca a quien está abajo; el miedo… La vida, en fin, como algo hostil, especialmente para los pobres, enfrascados en el trabajo y sin tiempo apenas para pararse a pensar o sufrir; y una vida en la que el presagio de la muerte, anunciada por el profético Elpidio, planea como una amenaza difícil de conjurar.
De cuidadísima factura, con hombres y mujeres tangibles, descripciones poéticamente acertadas plagadas de imágenes metafóricas y un lenguaje exquisito, rico y capaz de rescatar términos a punto de extinguirse, las palabras nos hechizan, nos señalan las cosas como si nacieran con ellas, pues esa es la condición ineludible de un creador: ofrecernos un mundo imaginario pero a la vez tan cierto que podemos tocarlo con las manos, olerlo, entenderlo, sentir a sus personajes como a nuestra propia familia.
Porque las palabras son las verdaderas protagonistas de este libro, como la sal que da título a la novela. Las palabras han de tener la capacidad de hacernos saltar, reaccionar. También, por qué no, el poder de curarnos de los males del mundo y hacernos disfrutar, pues si algo nos sirve para el verdadero goce es el placer estético en estado puro, y cualquier entelequia sobre qué debe ser la Literatura queda aclarada al leer esta novela, que no en vano ha recibido uno de los galardones más reconocidos en el plantel de concursos y certámenes de este nuestro país, el Premio Vargas Llosa en su XIX edición, lo que le ha valido para colarse en el valioso catálogo de Tropo Editores. Un buen principio para una primera obra que, de seguro, no ha de ser la última de Mónica Collado.
Elena Marqués
Mónica Collado Cañas (Granada, 1980) es licenciada en Periodismo y Filosofía por la Universidad de Sevilla. Escritora vocacional desde muy joven, ha colaborado en varias revistas literarias universitarias, donde ha publicado cuentos, poemas y narraciones infantiles. En la actualidad trabaja como ajustadora y correctora de textos para una empresa audiovisual y colabora con artículos acerca de la mujer y el arte en el magazine trimestral Gansos salvajes. Ocasionalmente escribe en su blog lamanomassucia.blogspot.com.es.