Quirón y los otros hombres
En pequeños poemas bajan los centauros por los campos de la Arcadia. Una voz femenina («Siempre quise ser mujer / para gritarte, con el cuello en llamas...») los recorre e invoca. Los espera en su doble rostro («Mi gruta aguarda con el púrpura intacta / tus dos mundos infinitos»). El amor, la sensualidad, el ruego, la historia, la palabra como un dardo que alumbra las batallas. Con un alto lirismo, pero a la vez con cierto tono épico plagado de interrogaciones retóricas, de profundas preguntas, se desenvuelve la primera parte de este libro, donde se habla al tú del sabio Quirón.
No ha de ser casual la elección de esta «dulce bestia». La extraña naturaleza de sur ser mitológico es el reflejo de las distintas caras de los hombres a los que quizás Rosario Pérez Cabaña haya amado. O una representación del vértigo del amor, de sus múltiples vertientes por el hecho de ser un encuentro entre hombres, el ente más complicado, y a veces contradictorio, que puebla la Tierra.
De ahí que el lenguaje sea en este libro un prodigio de luz y de sombras, una paradoja, un hermoso oxímoron donde es posible «mancillar de paz» y ver «salir del limo / las palabras celestes»; donde conviven «hijos y llagas»; donde la incomprensión y la extrañeza; donde la hierba fresca sirve al encuentro y al desencuentro. Donde «Vivir es cansado» y la palabra se alza poderosa y es unión de los cuerpos («Te doy mi palabra sin verbos. Encabalgada / mi palabra a tu palabra») y de los contrarios («en tus ojos brilla el duelo / de la armoniosa furia»). Donde «mi vientre tuyo» y «tu pecho mío» se recrean en imágenes cotidianas, familiares, que culminan en otra espléndida contradicción como es la de construir una elegía alegre, en la que la humana inmortalidad se desentraña y da paso a los otros hombres del título. Hombres tan irreales como el centauro: pura literatura. Hombres creadores como Carver en sus últimos días.
Se inicia así esta segunda parte del libro, con la presencia de la muerte («Pensábamos en nuestra muerte / en qué seríamos nosotros sin nosotros»). Los versos se alargan, los poemas se extienden; se conoce el pasado y la nostalgia. Se alza la memoria, como en su anterior poemario, tal que un ente real («algo en algún lugar / recobrará la memoria», «y se aferran / a los dientes de las ardillas / para guardar intacta tu memoria»); tan real como los límites entre el tú y el yo («Yo te quería igualmente aunque no te entendiera / y aunque tú no me entendieras»); tan palpable como las antonimias, que siguen sucediéndose en dolorosa confusión («Qué cosa tan ajena un mundo sin trigo y con manos grandes») y desembocan en «Los otros hombres», poema que encabeza la parte dedicada al austriaco Thomas Bernhard (hombre-escritor, quizás tan ficticio y tan complejo como el hombre-centauro) y a quienes encontró «en la dirección opuesta». Imágenes más surrealistas para un dolor sentido, humano, en escenarios tristes y húmedos como el que oteamos «Detrás de las charcas», donde habitan «piojos y sueños», recorren estas páginas hasta llegar a «La cama de Onetti». Allí la palabra, herramienta poética, se levanta fortalecida, reflexionada, protagonista absoluta de la labor de la escritura. «Palabra como garrote / como espasmo como ojos / como filo de azotea». Y la voz se convierte en todos los hombres «y la alegría que dejaron pegadas en mi lengua», pues el amor, como la poesía, se construye de palabras y de «cosas simples y vulgares»; avienta su deseo animal: nombra, escribe. Y, de esa escritura, surge el prodigio de poder, hoy, 21 de marzo, Día Internacional de la Poesía, leer a Rosario Pérez Cabaña, escuchar su voz y su intención de agarrarse a las rodillas del amor «como los muertos se aferran a la muerte»: con rotundidad, con sabiduría, con los «ojos infrecuentes» de la mujer-poeta que, igualada a la estatura de la mitad más alta del centauro, nos deja vibrando entre Müllner Haupstrasse y la llanura.
Elena Marqués
Rosario Pérez Cabaña (Sevilla, 1967) es licenciada en Filología Hispánica y profesora en un centro universitario de Sevilla. Ha publicado el libro de relatos Cinco lunas vigilan (1993) y los poemarios Mientras tú cantas (2007) y Mi padre nació en Praga (2014). Sus poemas han sido recogidos en numerosas revistas y antologías. En el ámbito de la investigación, se ha dedicado especialmente al estudio de la poesía hispanoamericana.