Retazos
En el tiempo que llevo dedicada a esta tarea de la escritura he tenido oportunidad de conocer a gentes muy diferentes; entre ellas, alguna que otra persona que, por el hecho de escribir, ya se considera en poder de la verdad y de una sabiduría que no creo que alcancemos ni en el resto de nuestras vidas. Por el contrario, he encontrado a otros que, siendo gente de gran cultura, y después de haber cursado Filología Clásica, Hispánica, Geografía e Historia y Ciencias Políticas, aún habla con la modestia en los ojos, la humildad en las manos y el agradecimiento en el corazón, e incluso titula sus libros con el sencillo nombre de Retazos, como si lo que escribiera careciera de valor y solo fueran pequeñas impresiones de lo que la existencia le ofrece y le regala.
Hablo, como no puede ser de otra manera, de Tomás Sánchez Rubio, un hombre cabal «atacado» por la caricia de la poesía, un ser que camina generoso para ofrecer su timidez y su palabra en pequeños pero sabrosos gajos llenos de nostalgia y perfumes del pasado.
Y no es fácil que un texto de las dimensiones de estos que presenta este librito diga tantas cosas, que recuerde con esa ternura a una profesora de la escuela, a un amor juvenil o el roce del primer beso en los servicios del colegio; que intente despertar la conciencia de quien, ya envejecido, pierde todos sus recuerdos en los recovecos impávidos de la memoria; que trace cartas que quizás nunca envíe por correo; que sueñe sueños donde la vida tenga la última palabra, donde el encuentro y el reencuentro se topen a veces con siete metros de hormigón como frontera, donde el mar nos maldiga o nos arroje con su labio salado a la otra orilla, no a un mundo mejor para Binata.
Sí, caben muchas cosas en unas cuantas líneas: el silencio profundo tras las bombas, un pulgar hacia arriba venciendo soledades, tres espíritus latiendo bajo un mismo caparazón. La palabra actúa desde un teléfono, ama y acaricia, nombra y reclama, atrae como el mar, a cuya orilla a veces nos sentamos convocando el milagro, aguardando que el viento arrastre hasta nosotros el olor permanente de la esperanza.
Porque los textos de Tomás Sánchez Rubio nos sumergen por entero en su pequeño mundo de pequeñas verdades, nos rodean y nos invitan a escuchar, a sentir, a experimentar el paso del tiempo, con su carga de olvido o su viaje frío hacia la muerte. El poeta que hay dentro del autor nos retrotrae al miedo de los hombres frente al fuego o «la gran luz» de las bombas atómicas que arañaron Japón y nos devolvieron al principio del horror, nos explica el alzhéimer con dos ojos que miran a aquel niño que fuimos, resuelve los problemas con amor, acepta lo que las olas traigan. Y a veces nos hace sonreír con un supuesto alcalde encarcelado por su relación cuasi honesta con los ladrillos, nos agita con los trozos dispuestos para reproducir, en una impresora 3D, a la única mujer que ha de entenderlo, nos abre los ojos a quienes claman (y declaman) en el desierto.
Como decía Gracián, lo bueno, si breve… Y en esta ocasión nos puede venir mejor esta frase, pues en tres líneas es Tomás capaz de operar el milagro de describirnos la soledad, de hacérnosla experimentar; de hablar de la extrañeza de ciertas relaciones humanas o del influjo de la luna, pues también el elemento mágico campa por estos lares y nos arroja de golpe a quién sabe qué extraña dimensión; de darnos una segunda oportunidad y esperar el retorno de quien alguna vez estuvo con nosotros, o destrozar nuestra vida a golpes de Quijote.
Pero no es Tomás hombre de quitar vidas, sino de ofrecérnosla en todos sus aspectos, con su lado mejor y el dolor acunado por la palabra bien escogida.
Por eso me gustaría terminar con este fragmento de «Un balcón al este» que resume su amor por este ser entrañable que es para él el hombre: «Y es que, al principio de dejar de estar tú, yo me sorprendía de que el sol siguiera saliendo, y de que cada día lo hiciera por el mismo lado. Pero así era: belleza y luz junto a un dolor innombrable».
Elena Marqués
Tomás Sánchez Rubio (Sevilla, 1964) es licenciado en Filología Clásica e Hispánica, Geografía e Historia y Ciencias Políticas. Profesor de Lengua y Literatura Españolas y aficionado a la pintura (la cubierta de Retazos es un fragmento de unos de sus cuadros), es miembro de la institución literaria Noches del Baratillo y de la Asociación Colegial de Escritores (ACE-Andalucía). Ganador de diversos premios literarios, ha publicado los libros de poemas Vivir sin tregua (2011) y Árboles de esperanza (2015).