Se dice el pecado...

Me acabo de sumergir en un libro de difícil calificación de cierto autor muy conocido que no voy a nombrar. (Exacto: se dice el pecado pero no el pecador). Y no es por evitarle una crítica negativa por mi parte y por quien quiera sumarme a ella, que más de uno lo estará deseando, sino porque siempre, hasta el último momento, me gusta conceder a todo el beneficio de la duda. Y eso que llevo aproximadamente el 25% de la obra leída, lo que en otro momento, o quizás procediendo de otra pluma, ya me habría hecho abandonarla. O tal vez no. Sigue costándome dejar las cosas a medias y de todo intento sacar algún provecho. Posiblemente es cosa de los años y lo segundo venga de suyo. Lo primero no sé a qué manía pueda responder. Un exceso de responsabilidad, me gusta creer. Un sumo respeto por el trabajo ajeno, porque sé lo que a veces cuesta tejer un documento, sobre todo si se trata de un encargo, como puede ser el caso del libro de marras. Un encargo que uno debe cumplir entre otros muchos en medio de una agenda apretadísima que te robará tiempo para la tarea de la escritura, que es a lo que debería dedicarse un escritor.

Pero me estoy yendo por las ramas, o quizás no, quizás en eso esté el meollo del asunto, en que las letras solas no dan de comer, sino todo ese mundo ficticio (bueno, de ficción se trata, al fin y al cabo) que se traza alrededor del hombre de letras; un calificativo posiblemente más certero porque de ellas usa y abusa en charlas, conferencias, artículos, reseñas, cursos y otras zarandajas, y eso, ya digo, resta tiempo para hilar una novela, si es eso lo que se quiere hilar, y se queda entonces en el corte y el hilván, con lo que, a poco que tires de cualquier hilo suelto, se demuestra la inconsistencia del engendro, sea este textil o de papel.

Confieso que de vez en cuando encuentro una frase aprovechable, un dato curioso que no conocía, una referencia espacial que me hace a mí viajar también, ya que no en el mundo real, al menos en la ficción. También, por otra parte, y para sumergirme de pleno en la modernidad, la posmodernidad o donde leches nos encontremos ahora mismo, intento convencerme de que el tiempo que nos ha tocado vivir tiende a eso, a ofrecernos pequeños fragmentos significativos, instantáneas cargadas de connotaciones, metonimias vitales o alegorías de este espejo roto en el que tratamos de mirarnos para saber de una puñetera vez quiénes somos y qué sentido tiene nuestro andar solitario entre la gente (uy), y que no es gratuito que escribamos telegráficamente en Twitter y a través de microrrelatos y aforismos porque, en el fondo, para qué esforzarse en echar peroratas que pueden comprenderse en un resumen y vamos que nos vamos que tengo prisa.

A mí me gusta el minimalismo decorativo según el momento, o más bien el espacio; pero, como buena hispana que soy (siempre me acuerdo en estos casos de Carlos Fuentes), me pirran de igual modo los caprichos del Barroco. Y no depende mi elección por una tendencia u otra solo de las circunstancias vitales, el que esté uno más o menos sereno para pasear por las estancias sin peligro de tropezar con los pliegues de las alfombras o que lo que le apetezca es un cielo expedito, no tanto para llenarlo de pensamientos errabundos como para dormir, o descansar, o simplemente estar, que a veces es lo único que hace falta.

Lo que sí me deja claro el libro que estoy leyendo (y ya acabo, de verdad, que parece que critico lo que yo misma hago cada lunes, apenas un esbozo que no cabe en la noticia, ni en la reseña, ni en la crónica; ni siquiera en la simple parida lingüístico-literaria en que suelen derivar algunos blogs) es que nos rodea, en cada paso, un cúmulo de voces disruptivas, a veces vacías de información, la mayoría de las ocasiones con el único fin de conducirnos, cual mansos borreguitos, a consumir tal o cual producto, sea este fungible o no. Lo que es lo mismo que decir que no somos libres. Aunque igual es algo que ya sabíamos hace mucho tiempo y que nos da miedo reconocer...

Elena Marqués

Se dice el pecado...

No se encontraron comentarios.

Nuevo comentario

Los libros que leo

Jarampa

Elegir un buen título no solo es un arte, sino un acto definitivo y difícil que, como los nombres para las personas, parece marcar un destino. En el caso de un libro de relatos la cosa se complica. Por eso, imagino, abundan esos que se limitan a escoger el de uno de ellos acompañado del consabido...
Leer más

La noche que Luis nos hizo hombres

Se atribuye a Eleanor Roosevelt la famosa frase de «el ayer es historia, el mañana es un misterio, el hoy es un regalo. Por eso se llama presente». Yo confieso que la escuché en la primera parte de la película infantil Kung Fu Panda, en boca del anciano maestro Oogway, famoso por su sabiduría, como...
Leer más

La nostalgia de la Mujer Anfibio

Que Galicia tiene magia es un hecho, una realidad. Si es que magia y realidad pueden conjugarse en una misma oración sin que despierte extrañeza. Aún recuerdo una ruta hace años, a través de las fragas del Eume, hasta Caaveiro. Las vistas desde un puente desde el que se entreveía el monasterio. Y...
Leer más

Canto a quien

Nadie sabe qué es la hierba, Iván. No hace falta que nos lo recuerdes con una cita de Whitman, de quién si no, para anunciar este último libro que es tan tuyo como del americano de las barbas largas y el canto enfervorizado y anchísimo. La hierba, sí. La hierba. Los científicos dirán lo que crean...
Leer más

Algunos animales y un árbol

Bajo la denominación Algunos animales y un árbol podría caber cualquier contenido, especialmente de corte ecológico. Aunque a mí, bromas del subconsciente, este título me ha recordado a otro por igual curioso y que dio mucho que hablar: el del documental de 2017, grabado por el actor español...
Leer más

En el iris el tiempo

No vamos a quejarnos de los últimos años porque todos tenemos motivos para hacerlo. La vida se nos ha puesto patas arriba, irreconocible. Y nosotros mismos hemos cambiado. No solo en costumbres, sino también en carácter. Una de las consecuencias de este desbarajuste, tanto colectivo como...
Leer más

En el río trenzado

Pasamos la vida salvando encrucijadas y planteándonos si habremos acertado en la elección. Dos conjunciones juntas, la copulativa «y» y la condicional «si», que, bajo ese aspecto insignificante, entrañan un gran peligro. Yo misma (pero quién no, diréis) incluí una reflexión acerca de eso en mi...
Leer más

Beernes

En estos tiempos crispados, en que te cruzas con alguien y te saluda directamente con un «pues anda que tú», se hace más necesario que nunca reivindicar el humor. Por eso me declaro hater de aquel fraile de El nombre de la rosa partidario de envenenar a todo el que osara leer el libro de...
Leer más

Todo lo que crece. Naturaleza y escritura

No recuerdo cuándo, ni dónde, aunque sospecho que fue en una de esas entradas facebookianas con las que de vez en cuando me entretengo, leí un acertado comentario sobre el arte de escribir contracubiertas y solapas, entendiendo en este caso el término «arte» en la cuarta acepción del diccionario,...
Leer más

El sintonizador

Ayer, cuando andaba planificando mi entrada de hoy, me enviaron vía WhatsApp un vídeo de lo más inquietante. Un tipo con barbas y excelente dicción explicaba las infinitas posibilidades de la inteligencia artificial. Y lo hacía a través de un ejemplo en el que prestaba su voz a un avatar con su...
Leer más