Siempre con mis lecturas
Rodeados de positivos en COVID y saturados en hartura, se pasan los días, los meses, los años, y parece que seguimos en el mismo punto. Nos hemos instalado en una desganada eternidad, en un no-tiempo en el que apenas avanzamos, en el que olvidamos los rostros de la gente porque nos da miedo reunirnos y/o hemos perdido parte de nuestra cara amable y social, hasta el punto de que confundimos las fechas. De hecho, no hace demasiado, en la Feria del Libro de Sevilla, firmé un ejemplar de El juego de la invención y puse 2010 o 2020. Como si no recordara bien o simplemente diera lo mismo.
Para mí 2021 no ha sido un año más: ha sido mucho peor que cualquier año. Aparte de otros temas que me preocupan muchísimo, he sufrido dos intervenciones en el ojo izquierdo que me han traído por la calle de la amargura por lo que ha supuesto, especialmente para una lectora compulsiva, el verme privada de uno de los sentidos más importantes para desenvolverme como es debido. Sin embargo, a mí, que me gusta anotar en una libretilla todo lo que leo, me asombra que la nómina de lecturas haya aumentado con respecto a otros años y ascienda casi a la centena, como si en nada hubiera influido la tarita de marras. Claro que la no-pausa en la labor siempre agradable de la lectura se debe a que descubrí por necesidad la bendición del audiolibro y, posteriormente, he tirado mucho más de lo habitual en mí del e-book, pues el denostado aparato para los amantes del papel permite ampliar la fuente, el interlineado, y adaptar el formato a tus minusvalías, que en mi caso rozaban los límites permitidos.
Ese aumento de lecturas, sin embargo, no ha sido todo lo satisfactorio que me hubiera gustado. Quiero decir que, quizás influida por las circunstancias de desánimo general, incertidumbre, angustia y otras muchas sensaciones que creo todos hemos experimentado, no he disfrutado demasiado de ellas, o bien porque no he sabido elegirlas bien, o porque no me encuentro en las mejores condiciones para aprovecharlas. Tampoco he escrito gran cosa en este puñetero año, por desmotivación, falta de inspiración y ganas. Lo que se dice un desastre en general. Y he abandonado un poco mi ventana, dejando pasar más de un lunes sin abrirla (el último, sin ir más lejos). Bueno, así son las cosas y no merece la pena culparse demasiado. Yo creé esta página sin mucha convicción de que perviviera. Y aquí estamos, siete años después, intentándolo cada semana y decantándome por engrosar una de las secciones, «Los libros que leo», en detrimento de otras que me interesaban bastante menos y que igual en breve, en una de esas caprichosas renovaciones, desaparecen por completo.
Aun así, y como hacen algunas revistas de prestigio (no iba yo a ser menos), y para llenar un hueco del blog y empezar de este modo el 2022, os dejo mi propia lista de los libros que más me han gustado en estos meses interminables, no por influir en vuestras inclinaciones lectoras, sino por recapitular, ser positiva y tratar de extraer algo bueno de este annus horribilis que espero olvidar pronto. De algunos hice reseña (pinchando en la imagen se accede a ella); otros no la necesitaban o no me vi capaz de abordarla, como me ocurrió el año pasado con el libro enorme de Gustavo Faverón Vivir abajo por razones obvias. Los pongo en orden alfabético de su autor (aunque las fotos de los libros de Peixoto las he tenido que separar por razones técnicas que se me escapan), y así con eso cumplo con creces. Sobre las lecturas que me aguardan en 2022 algo sé; los Reyes Magos me han abastecido lo suficiente para estos primeros meses y luego ya veremos. Posiblemente tendréis noticia de alguna por aquí, o en la consulta del Doctor Goodfellow y otros foros en los que me permiten meter baza de vez en cuando. Mientras tanto, abrazos para todos y felices lecturas.
Elena Marqués