Un septiembre más
Coincide esta entrada con la vuelta al trabajo y parece obligado repetir lo de otros años. Que qué pereza, que si los nuevos proyectos, que si estos son mis propósitos, que si ahí van unas cuantas fotos o una solemne despedida de los tejos milenarios y los rientes regatos...
La cuestión es que no podemos escapar de esa rueda de la rutina y que a veces es lo mejor, porque, cuando esta cambia, sobre todo a estas alturas de la vida, suele ser para darnos sorpresas desagradables.
Así que benditos los que volvemos a la oficina con todas las arrugas en su lugar, un tono algo más oscuro en el Pantone dérmico y pocas ganas de recolocar las comas y bajar mayúsculas una y otra vez hasta el día del juicio o, si llega antes, el de la jubilación; ese que consideraría el mejor estado del cuerpo y el alma si lo acompañara la merecida pensión tras los servicios prestados a la comunidad y a la Comunidad, que ya ni de eso podemos estar muy seguros.
Pero, mientras sí y mientras no, y para recordar lo de los planes y propósitos, reitero que los de este curso se reducen a uno desde que decidí volver a estudiar, y que, dados los años que llevo sin aplicarme a tal tarea y los que ya cargo sobre los lomos, intuyo necesitaré todas mis fuerzas y emplearé todas mis horas fuera del horario laboral en ello, por lo que ruego que, si desaparezco temporalmente de mis otras, hasta hoy, actividades cotidianas, no se me tenga en cuenta; y si no os acompaño como solía a presentaciones, recitales, tertulias y programas, que nadie se moleste ni me insista, así como tampoco me haga propuestas de trabajar en proyectos ajenos (son muchas las peticiones que llegan, y si las atendiera me faltarían horas al día), pues lo único que intento es poner en práctica el consejo lewiscarrolliano que luce en mi foto de encabezado de Twitter y que alguna vez debería regir mis pasos, que nunca han sido demasiado egoístas, pero siempre hay una primera vez para todo. Vamos, digo yo.
Elena Marqués