«In medium virtus»

Últimamente he leído varios artículos sobre lo imbéciles que nos hemos vuelto con eso de las redes sociales. Y, por supuesto, tengo que darles la razón. No solo colgamos aquellas actividades que consideramos importantes en el ámbito que nos interesa (en ese grupo me incluyo yo, aunque puede que los asuntos a los que doy publicidad no revistan tanto valor informativo como una se cree), ya sea literario, deportivo, artístico, político (esfera peliaguda esta, donde a veces nos retratamos como intransigentes y sectarios y/o provocamos una ristra de comentarios que darían vergüenza al más pintao), o en cualquier noticia mundial que nos afecte por el hecho de formar parte de la humanidad, sino lo bien que nos han salido los salmorejos, los gazpachos y las pipirranas; lo bonita que está la playa a horas prontas y no digamos a la puesta de sol; lo acogedor que es Japón en esta época del año (y en cualquiera, que famosos son los nipones por su hospitalidad y otras rarezas); lo bien que se come en tal restaurante y lo estupenda que es su bodega y lo bien que marida con (todos nos hemos vuelto entendidos en las materias gastronómica y enológica; si no, eres hombre muerto), y un largo etcétera de cuestiones que nos muestran como rostros radiantes y, a ser posible, jóvenes y hermosos.

Sí, por lo visto, es obligación del ser humano ser feliz, o al menos parecerlo, y para ello se ha inventado ese género fotográfico del selfie que a veces da más disgustos que una mala suegra. Porque destrozar una exposición en el Hirshorn Museum de Washington o la estatua del siglo XVI de un gobernante luso para hacerse una autofoto puede suponer una multa difícil de asumir; pero mucho peor es que el coste de esta imbecilidad ególatra acabe con un señor o señora despeñándose por un acantilado, atropellado por un tren o un astado en los sanfermines o devorado por un escualo en las límpidas aguas del Caribe.

Y es el avance tecnológico el que nos ha conducido hasta ahí, un avance que a veces da más miedo que otra cosa (véase al respecto algún capítulo al azar de la serie Black Mirror). Se acabaron los tiempos en que hacer una foto nos costaba dinero y decisión. Había que elegir el encuadre, la situación, el momento... y el día en que revelar el carrete, y nos encontrábamos entonces con imágenes borrosas que no había manera de aprovechar ni para felicitar a los parientes por Navidades.

Pero me desvío del tema. Yo quería ahondar en ese asunto de la obligación de ser felices, que no es moco de pavo. No digo yo que no sea un buen propósito; pero para ser felices hay que aprender a ser infelices también, pues no de otro modo reconoceríamos ese estado de paz interior y bienestar reales en los que no serán necesarios el autobombo, la autofoto ni el autógrafo, sino disfrutar en silencio del frescor del gazpacho, la hospitalidad del país del Sol Naciente o los atardeceres mágicos en la costa de Cádiz.

Y eso que no he mencionado a esa otra gente que encuentra la felicidad en el infortunio y se levanta a diario con el propósito de entablar una buena polémica feisbuquiana o tuitear sus desventuras habituales, ese otro género de los eternamente cabreados; una especie de la que tengo miembros cerca y os aseguro que resulta agotadora.

Reconozco que a mí no me gusta crear ese clima irrespirable de que todo es una porquería, que el mundo se va al garete; ni tampoco la frivolidad gastro-turístico-egolátrica de la que he hablado. Como siempre, la respuesta está en los clásicos. In medium virtus, San Agustín dixit, o en ese cada vez más exótico arte de disfrutar en discreto silencio de las pequeñas cosas de la vida.

 

Elena Marqués

In medium virtus

No se encontraron comentarios.

Nuevo comentario

Los libros que leo

La casa de los gatos

Conocí a Gregorio Verdugo en una tertulia literaria. En «nuestra» tertulia, que es también, y/o sobre todo, una reunión de amigos. Gente que se congrega en torno al «vicio» común de la Literatura. Gente que lee y (alguna) escribe. Todos esperamos de un escritor que cada libro que presente sea mejor...
Leer más

Cenizas y rosas

Escribir sobre el duelo, sobre perder a un padre y sentir al fin el significado de la palabra orfandad, no creo que sea fácil. Y mucho menos si lo que se propone la autora es, además, dejar constancia del más o menos largo tiempo previo en que la vejez impone su exasperante lentitud, sus múltiples...
Leer más

Días de redención

«Los recuerdos se complacen en visitarnos / a su capricho». Así se inicia el poema «María», de Días de redención; un libro en el que de nuevo escuchamos la voz clara a la vez que profunda de Tomás Sánchez; un compendio en el que vuelve sus ojos al piélago de su pasado y recorre, con evidente...
Leer más

Velocidad de los jardines

Casi treinta años después de su publicación, aún seguimos leyendo Velocidad de los jardines; un libro inaugural de lo que el mismo autor denomina «postcuento» o «anticuento» o un lugar donde se superan fórmulas gastadas y se abren ventanas con vistas a. Un experimento exitoso. Se inicia este...
Leer más

Apuntes del natural

Se diría, por el nombre del poemario, que en Apuntes del natural la escritora sotileña Lola Almeyda ha decidido cambiar de armas. Es obvio que no, que sigue empleando la de la palabra. Pero esta vez se le antoja erigirse en creadora y arquitecta; en diosa (aunque «nunca quise ser Dios», pues conoce...
Leer más

La pared del caracol

Desde el principio, el título del nuevo libro de Ana Isabel Alvea me enfrentó a una curiosidad, más que a un misterio. Es lo que tienen las anfibologías. ¿A qué se refiere con La pared del caracol? ¿Al muro que gana el gasterópodo con exasperante lentitud y paciencia, a la tapia por la que resbala...
Leer más

El camino imperfecto

Hace poco, en la consulta del Doctor Goodfellow, mostré mi entusiasmo (creo que lo llamé directamente «enamoramiento») por la escritura del portugués José Luís Peíxoto, en concreto por su Autobiografía; un libro con fondo y hechuras saramaguianos que me hizo disfrutar mucho entre las «estrechas»...
Leer más

Después de muchos inviernos

«Nada empieza en el punto donde creemos que empieza. Las cosas siempre vienen de algún momento anterior, lejos de nosotros, y terminan en un futuro que ni siquiera sospechamos». Hace poco compartí en redes estas palabras de Marian Izaguirre porque creía haber leído algo parecido en algún sitio. Y...
Leer más

Antes del Paraíso

«A mi padre, a mi madre, les faltaba alguna cosa». No es que esta frase sea una de las más brillantes del libro, pero si la traigo aquí, a esta ventana, es porque estoy segura de que a todos nos falta más de una cosa (por eso, como el padre de Jorge en el primer relato, escribimos y, sobre todo,...
Leer más

Bajamares

Por una vez voy a empezar por el principio: por los paratextos que anteceden esta alucinante y alucinada Bajamares de Antonio Tocornal. Porque si las citas de Rulfo y Cristóbal Serra nos sugieren que habremos de sumergirnos en un tiempo y en un espacio profundamente oníricos, la de Francisco de...
Leer más