Días naturales

Aunque el título de este libro de relatos de David Fernández-Viagas (Chiado Editorial, Lisboa, 2014) aluda al ámbito laboral en que muchos de ellos se desenvuelven, la naturalidad con la que el autor describe el mundo de las relaciones humanas, sin excesivo drama ni exageraciones superfluas, es algo también digno de mención.

El volumen se divide en cuatro partes que se corresponden con los distintos tipos de jornadas que jalonan la vida, desde los días «Laborables» a los «Hábiles», donde a veces se crea el clima adecuado para el nacimiento de efímeras parejas, para el adulterio, para el engaño, no solo en el amor, sino también en otras cuestiones. Baste nombrar el primero de los relatos, un micro de apenas doce líneas titulado «Descuadre» que, de un modo tan sencillo como acertado, nos descubre la historia de un pequeño delito que conduce al protagonista a la cárcel.

Narrados en su mayoría en tercera persona por un ojo que todo lo ve y todo lo sabe (salvo en los más intimistas, como el hermosísimo «Manía de guardar», en que padre e hijo se confunden en los fondillos de la chaqueta; «Papelitos con incertidumbre», donde nos enfrentamos a un drama familiar que no podemos «tragar ni escupir tampoco»; o «¿No te da vergüenza, Peñalver?», centrado en el tema de la escritura y sus fraudes), son transitados por nombres propios que se cruzan y separan empujados por fuerzas superiores, como el azar de un trastorno de ansiedad y el gusto por los platos exquisitos, que consiguen formar un cuadro amoroso con consecuencias imprevistas y desconocidas para todos salvo para el lector, que goza de esa enorme suerte en «Claustrofobia».

Y parece que ese tema le atrae especialmente, el de las parejas cruzadas, y en «Ratios, sinergias y riesgos laborales» no duda en repetirlo, revestido esta vez por la curiosidad y un ligero resquemor de venganza; un gusto que en «Todo lo que sabe» se concibe más bien como un juego. El adulterio reaparece de nuevo en «La odiosa cuenta atrás», episodio en que la reconciliación y la reconstrucción de la pareja se prevén como algo con final trágico.

Los contactos que se establecen son, sin embargo, bastantes limitados, como si la vida del hombre se redujera a la de su casa y a la del trabajo, a la de los amigos de toda la vida que interfieren acuciados normalmente por el viejo pecado del deseo de lo ajeno.

La pequeña lucha por gozar de un día de asuntos particulares es el tema de «Tres bolas rojas», que cierra el primer ciclo para pasar al de los días «Inhábiles», donde el segundo de los microrrelatos, «Anacoreta», es todo un prodigio de mordacidad. Porque no faltan en todo el libro las notas de ironía; un humor ligero, inteligente, frío, quizás poco humano, con el que el lector disfruta por inesperado, pues no es el tratamiento «procedente» para temas tan serios.

La cuestión es que un relato conduce al otro y no puedes parar de leer, como el señor Vázquez de «Un animal que viaja mucho» con la libreta encontrada en la calle, que pretende devolver a su dueño, aunque su contenido lo hipnotiza de tal manera que hasta le impide acudir a su puesto de trabajo.

Espero que no sea vuestro caso, pues no está el clima laboral para bromas; pero os auguro un buen rato con la lectura de este pequeño tratado de 18 relatos de fina ironía y natural profundidad.

Elena Marqués

Días naturales

comentario

Este libro, natural y profundo pone en tela de juicio lo aparente y cotidiano mediante una crítica irónica y simpática,otras mordaz,siempre divertida e inteligente.Altamente recomendable

Nuevo comentario

Los libros que leo

Eterno amor

Que el manejo de la brevedad es un don lo estoy comprobando en estos días. Y que la concentración poética solo puede ser beneficiosa para un texto como este. Es admirable la forma de encerrar, en unos pocos términos bien elegidos, todo un universo; de describir, por ejemplo, con cuatro pinceladas...
Leer más

"Al final del miedo", de Cecilia Eudave, o cómo sortear el vacío

Hace poco, en una charla con cuentistas de la talla de Andrés Neuman, Antonio Ortuño, Eloy Tizón y José Ovejero, alguno de los asistentes se interesó por la fórmula para trabajar un libro de relatos, si estos podían ser independientes o era recomendable (aunque nunca hay reglas, eso está claro)...
Leer más

Salir, salir, salir...

Soy especialista en tristezas. En ocultarlas. En intentar sortearlas. Como buena (o mala) parte de la humanidad, he tomado Prozac. Me he sentido sobrepasada por las circunstancias. Con absolutas ganas de morirme. Pero posiblemente, aunque lo hubiera intentado, no habría sido capaz de escribir un...
Leer más

Contra la España vacía (que no contra España)

«Entiendo mis libros como parte de un esfuerzo centenario por explicar el país en el que vivo», comenta Del Molino en su introducción a Contra la España vacía. Muchas vidas le harían falta al escritor y periodista aragonés para poner algo en claro. Aunque pienso que en este último ensayo disipa...
Leer más

Aunque pensemos como Celaya

La entrada en un nuevo año siempre resulta ilusionante. No pregunten por qué, pero tendemos a celebrar un simple giro en el calendario como si fuera a traer la solución definitiva a nuestros asuntos. (Léase al respecto el primer poema de este libro que pretendo reseñar). Pero en esta ocasión el...
Leer más

¿Por qué no te callas?

En un mundo lleno de ruido, bien nos viene que alguien, de vez en cuando, nos haga callar. Porque posiblemente muchos de nosotros, pseudoescritores, pseudopoetas, casi pseudópodos en muchos aspectos por eso de arrastrarnos para que nos echen cuenta, somos los que más sobramos en esto de escribir y...
Leer más

Canción. Noticia de un secuestro (y II)

Conocí a Eduardo Halfon a través de su libro de relatos El boxeador polaco y la recomendación de mi amigo Carlos Torrero. Andábamos (o todo lo contrario) confinados por la pandemia y su lectura me permitió viajar entre Belgrado y la música de Milan Ravic, entre el Halfon escritor y el Eduardo...
Leer más

Dicen los síntomas o la corporeidad del lenguaje

A los hipocondriacos cada síntoma debe presentárseles como una verdadera maldición. Para ellos, cualquier tipo de señal del cuerpo, más que decir, más que hablar, les grita cosas terribles, los aproxima irremediablemente a la muerte. Y a la muerte en una habitación de hospital espera la...
Leer más

Nunca sabrás quién fui. Jugando al quién es quién

Quienes me conocen, si es posible conocer a alguien de verdad (y ahí lo dejo), saben de mi afición por los malabares literarios, mi inclinación por lo metaficticio y lo autorreferencial, por los límites y cómo traspasarlos. Porque, como muchos, estoy convencida de que nuestra vida, también la de...
Leer más

Lanzarse a «El agua del buitre»

Como muchos de los que braceamos desde hace años en este piélago de la escritura sin demasiado éxito, me considero un ejemplo de buena perdedora. Así que el hecho de que El agua del buitre, el último libro de cuentos de Andrés Ortiz Tafur, vaya dedicado en cuerpo y alma «A los que...
Leer más
Crea una web gratis Webnode