Los clásicos y la felicidad

Hoy, a las 19:00, ya con las últimas luces del día, participo en Casa del Libro en un coloquio sobre la felicidad. Ahí queda eso. Vamos a intentar delimitarla, definirla, saborearla. Averiguar sus claves ocultas. Desentrañar las fórmulas que conducen a vivir en su seno. Hablar de ella como si en verdad existiera.  

¿Oigo unas risas escépticas?

Bueno, es que tampoco es necesario que algo sea tangible para que podamos incluirlo en un tratado. Por ejemplo, ignoro cuánto se ha escrito sobre el Quijote o Aureliano Buendía, y, aunque nos hayan acompañado y formen parte de nuestras existencias más incluso que muchas personas que pululan alrededor, que yo sepa, nunca han existido más allá de las páginas de un libro.

Así que hoy vamos a hablar de la felicidad como si estuviera en nuestra mano alcanzarla. Vamos a intentar, a la luz de los clásicos, experimentar al menos la dicha de vislumbrar su sombra. Vamos a ir con la esperanza de que seguir los consejos de los grandes filósofos nos puede bastar.

Muchos de los que lean esto pensarán que si alguien como yo, pesimista por naturaleza, es la persona adecuada para pontificar sobre asunto tan delicado. Como se suele decir, no es que sea una desencantada y una agorera, sino que me considero una optimista más o menos bien informada. Y, con los tiempos que corren, es difícil experimentar la dicha en toda su plenitud. Ya lo decía Ortega: soy yo y mis circunstancias. Y las circunstancias actuales son para echarse a llorar. Ni los mejores gurús especialistas en autoayuda serán capaces de sacarnos a flote.

Claro que tampoco vale echar balones fuera y culpar al otro de nuestra tristeza. Pero es que llegar a la divina ataraxia no es camino fácil. Uno puede intentar conformarse con lo mínimo. Lo malo es cuando lo mínimo empieza a hacerse microscópico. Invisible. Se aleja en el horizonte hasta convertirse en un punto apenas perceptible.

Aun así, tendremos que intentarlo. Hablaremos, si no de la felicidad, de su búsqueda. Os esperamos.

Elena Marqués

 

Los clásicos y la felicidad

No se encontraron comentarios.

Nuevo comentario

Los libros que leo

Eterno amor

Que el manejo de la brevedad es un don lo estoy comprobando en estos días. Y que la concentración poética solo puede ser beneficiosa para un texto como este. Es admirable la forma de encerrar, en unos pocos términos bien elegidos, todo un universo; de describir, por ejemplo, con cuatro pinceladas...
Leer más

"Al final del miedo", de Cecilia Eudave, o cómo sortear el vacío

Hace poco, en una charla con cuentistas de la talla de Andrés Neuman, Antonio Ortuño, Eloy Tizón y José Ovejero, alguno de los asistentes se interesó por la fórmula para trabajar un libro de relatos, si estos podían ser independientes o era recomendable (aunque nunca hay reglas, eso está claro)...
Leer más

Salir, salir, salir...

Soy especialista en tristezas. En ocultarlas. En intentar sortearlas. Como buena (o mala) parte de la humanidad, he tomado Prozac. Me he sentido sobrepasada por las circunstancias. Con absolutas ganas de morirme. Pero posiblemente, aunque lo hubiera intentado, no habría sido capaz de escribir un...
Leer más

Contra la España vacía (que no contra España)

«Entiendo mis libros como parte de un esfuerzo centenario por explicar el país en el que vivo», comenta Del Molino en su introducción a Contra la España vacía. Muchas vidas le harían falta al escritor y periodista aragonés para poner algo en claro. Aunque pienso que en este último ensayo disipa...
Leer más

Aunque pensemos como Celaya

La entrada en un nuevo año siempre resulta ilusionante. No pregunten por qué, pero tendemos a celebrar un simple giro en el calendario como si fuera a traer la solución definitiva a nuestros asuntos. (Léase al respecto el primer poema de este libro que pretendo reseñar). Pero en esta ocasión el...
Leer más

¿Por qué no te callas?

En un mundo lleno de ruido, bien nos viene que alguien, de vez en cuando, nos haga callar. Porque posiblemente muchos de nosotros, pseudoescritores, pseudopoetas, casi pseudópodos en muchos aspectos por eso de arrastrarnos para que nos echen cuenta, somos los que más sobramos en esto de escribir y...
Leer más

Canción. Noticia de un secuestro (y II)

Conocí a Eduardo Halfon a través de su libro de relatos El boxeador polaco y la recomendación de mi amigo Carlos Torrero. Andábamos (o todo lo contrario) confinados por la pandemia y su lectura me permitió viajar entre Belgrado y la música de Milan Ravic, entre el Halfon escritor y el Eduardo...
Leer más

Dicen los síntomas o la corporeidad del lenguaje

A los hipocondriacos cada síntoma debe presentárseles como una verdadera maldición. Para ellos, cualquier tipo de señal del cuerpo, más que decir, más que hablar, les grita cosas terribles, los aproxima irremediablemente a la muerte. Y a la muerte en una habitación de hospital espera la...
Leer más

Nunca sabrás quién fui. Jugando al quién es quién

Quienes me conocen, si es posible conocer a alguien de verdad (y ahí lo dejo), saben de mi afición por los malabares literarios, mi inclinación por lo metaficticio y lo autorreferencial, por los límites y cómo traspasarlos. Porque, como muchos, estoy convencida de que nuestra vida, también la de...
Leer más

Lanzarse a «El agua del buitre»

Como muchos de los que braceamos desde hace años en este piélago de la escritura sin demasiado éxito, me considero un ejemplo de buena perdedora. Así que el hecho de que El agua del buitre, el último libro de cuentos de Andrés Ortiz Tafur, vaya dedicado en cuerpo y alma «A los que...
Leer más