Presentación de "La expatriada", de Esperanza Vázquez

Asisto desde hace años a una tertulia literaria que me ha deparado tantos ratos memorables como amistades magníficas. Puesto que, por no sé qué extraño maleficio, hemos pasado por muchas «sedes», si como tales pueden llamarse los distintos bares que nos han querido acoger para hablar de libros, no recuerdo en cuál de ellos tuvo lugar mi encuentro con Esperanza Vázquez; una mujer que, a pesar de su sencillez y su humildad, o precisamente por eso, no pasa desapercibida. A esos cada vez más raros rasgos de modestia se añade la gran sabiduría y sensatez que se trasluce en todo lo que dice. Ignoro si tiene que ver con lo que ha vivido, que no es poco (no estoy hablando de años, sino de experiencias), o con esa especial sensibilidad que se le adivina tras cada comentario.

En alguna de esas conversaciones, cuando ya habíamos despiezado el libro que tratábamos en esa ocasión y nos dedicábamos a otra afición igualmente importante como la de beber un buen vino, Esperanza nos adelantó que había empezado a escribir una novela sobre unos acontecimientos ocurridos a principios de siglo en su pueblo de acogida, Nerva. Lo dijo con timidez, le asomaba una sonrisa casi incrédula. Seguramente porque entonces ignoraba en qué iban a convertirse esa investigación y esas primeras líneas.

Pero el trabajo, el amor y la constancia han hecho posible lo que finalmente ocurrirá el jueves, 12 de mayo, en la Casa de la Provincia de Sevilla, concretamente a las siete de la tarde. Un momento estupendo para hacer una pausa en nuestros quehaceres y escuchar a quien más sabe de esos hechos que para una gran mayoría, entre los que me incluyo, habían caído en el olvido, mientras para otros muchos supuso el centro de sus vidas. Y Esperanza Vázquez, como he dicho, por su especial atención a los problemas sociales y su convicción de que (y la cito) «las mujeres han sido la administradora de la familia, el bastión que mantiene el equilibrio en los malos momento y las que mejor han preservado la historia de sus antepasados», ha decidido asumir esa función femenina memorística y novelarnos esta historia de supervivencia, solidaridad y, desgraciadamente, opresión del más débil. Esos que, por no tener voz, necesitan de la de otros. Otros como Esperanza.

Por eso es para mí un orgullo poder acompañarla en un día tan importante, tanto para ella como para todos esos personajes, reales y ficticios, que cobran vida en estas páginas, el día en que tendrá lugar la presentación de La expatriada, novela publicada por Extravertida Editorial con la que la sevillana de corazón nervense que esbozara poemas adolescentes bajo el seudónimo de Nancy y que abarcara en sus lecturas desde El origen de la familia de Engels hasta novelas de Juan Marsé entra a formar parte de la comunidad de escritores.

Y lo hace con una obra en absoluto menor. Toda una epopeya. Pero en este caso de la pobreza, que, aunque parezca que no, tiene su épica propia.

Yo, que he tenido el privilegio de leerla de primera mano, puedo asegurar que se trata de un trabajo de gran calidad literaria, lleno de vida y de poesía. Una labor en la que ha empleado años (ya sabemos que escribir no siempre es fácil) y que no podía permanecer por más tiempo en el ancho cajón de las posibilidades. No solo porque la novela merece ser leída, y comentada en otras tantas tertulias como la nuestra, sino porque la historia debe contarse como reivindicación y homenaje a quienes la protagonizaron, víctimas heroicas de una situación terrible en la que consiguieron mantener, perdida prácticamente la esperanza, su dignidad. Y esa cualidad, tan difícil de conservar cuando las circunstancias aprietan, es la que distingue a buena parte de la familia Ares y a los vecinos de ese pueblo minero que recorreremos bajo el calor de julio gracias al empeño de una mujer y una escritora excepcional que nos hace hoy el inestimable regalo de sumar su voz a la Literatura.

Elena Marqués

 

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